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conexión,  La mirada del asombro,  María José Garrido,  Mindfulness,  Naturaleza,  Perspectivas...

Como podemos verlo cualquier día, quizás no lo veamos nunca…

Cuando algo se repite una y otra vez, se da por supuesto, se convierte en algo ordinario y predecible, aunque sea tan extraordinario como un atardecer, el latido del corazón en este momento o el mirlo que veo todas las mañanas…
Da igual lo extraordinario que realmente sea…
Raquel Carson (1956) describe como en una noche clara en que estaba tumbada mirando al cielo:
“Se me ocurrió que si esto pudiera verse sólo una vez en un siglo o incluso una vez en una generación, este cabo estaría atestado de espectadores. Pero como lo podemos ver muchas decenas de noches en cualquier año, las luces arden en las cabañas, y los habitantes probablemente no otorgan ningún pensamiento a la belleza sobre sus cabezas; y porque pueden verlo casi cualquier noche, quizás no lo verán nunca.”
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Fotografía. @Fran.Garrido.Fotógrafo
Lo mismo ocurre con todo aquello a lo que nos acostumbramos en nuestras vidas, convirtiéndolo en algo ordinario y rutinario a lo que no se presta atención. La vida cotidiana está envuelta en todo lo que se da por supuesto debido a que está ahí, y a lo que solo se presta atención cuando falla, como cuando el agua deja de salir del grifo….
Sin embargo, en nuestro día a día están implicadas muchas redes de interdependencia que permiten que sea lo que es… y a las que no prestamos atención, ni nos damos cuenta… Y puede que también demos por supuestas las relaciones, las personas, las que no conocemos, las que conocemos, e incluso las más cercanas. De tanto que creemos conocer al otro, ocurre que muchas veces dejamos de mirar con la mirada del asombro, perdidos en las historias, en las etiquetas, en los juicios… sin darnos cuenta, creyendo que se sabe todo…
A veces, demasiado ocupados, cada uno apegado a su “relato”, a la historia que nos contamos, sobre nosotros mismos, sobre los demás, como para prestar simplemente atención, y observar, sin juicio, sin etiqueta, en este momento, desde un no saber, que quizás lleve a la comprensión, simplemente escuchar profundamente en este momento, ver, ver de verdad, lo extraordinario que es todo, lo extraordinaria que es la persona que tienes delante, la que es próxima a ti, la que conoces, la que no, y todo lo que te une a ella…
Igual que decía Rachel Carson contemplando la noche, en este caso, se podría decir igualmente “como podemos verlo cualquier día, quizás no lo veamos nunca”, ver a los demás, también a nosotros mismos, quizás sin el filtro de  la crítica, del juicio, de los conceptos, de lo que ya es pasado, de las creencias, verlos de verdad, ahora, en este momento, como si fuera la primera vez… Al atender al momento presente con una mirada nueva y abierta se abre una oportunidad, el regalo de la conexión, de una comunicación auténtica, como si antes no se hubiera visto claramente a quien tenemos delante, y de repente, le vemos…
“Recuerdo que hace unos años entré en la cocina y vi a mi padre por primera vez. Por supuesto, no era literalmente la primera vez que le veía –le había visto miles de veces antes de ese momento-, pero era la primera vez que le veía de verdad. Era la primera vez que vi de verdad lo que tenía delante…, no lo que imaginaba que había, no lo que esperaba que hubiera, no lo que pensaba que debía haber, sino lo que de verdad había delante de mis ojos […] Después de tantos años de “conocerle”, tantos años de tener la certeza de saber quién era, la realidad era que nunca había tenido un verdadero encuentro con él. No le conocía.[…] Misteriosamente, fue en ese “no saber” donde de verdad nos conocimos. Más allá de los roles […] Nos quedamos sin pasado y sin futuro, y lo único que teníamos juntos era el ahora. Este era el único momento. Qué precioso era el momento…, y qué precioso era él, qué frágil, qué misterioso. Qué fascinante también. Vi las arrugas en sus manos, las líneas en su rostro, el hilillo de saliva que le caía por la barbilla. Le temblaba un poco la mano cuando se llevaba la cuchara a la boca. El pelo blanco, muy fino, se le levantaba ligeramente por detrás. Hacía un poco de ruido al respirar.
Era casi como estar enamorado. Este hombre era una obra de arte […] qué inocente era. Yo le había hecho culpable al esperar tanto de él, al buscar algo que él nunca había podido darme… le había cargado un peso a la espalda…[…] Por mantener el relato de nuestra relación […] habíamos dejado de vernos el uno al otro en el aquí y el ahora”. Jeff Foster
La práctica de la atención plena nos devuelve a nosotros, y al mismo tiempo, nos conecta con los demás… Instante a instante, el mirar como si fuese la primera vez abre la posibilidad de que la incomprensión se transforme en comprensión, lo ordinario se transforme en extraordinario, lo conocido se transforme en nuevo…
María José Garrido
www.enpresente.com
Referencias bibliográficas
Carson, R. (1956, 2012). El sentido del asombro. Madrid, Encuentro.
Foster, J. (2012). La más profunda aceptación. Málaga, Sirio.

 

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