Recuperando la mirada de los niños. La mirada del asombro…
«Hay un mundo pequeño de cosas pequeñas que pocas veces se ve.
Muchos niños, quizás porque ellos mismos son pequeños
y están más cerca del suelo que nosotros,
se dan cuenta de lo pequeño y que pasa desapercibido»
Raquel Carson en «El sentido del asombro». 1956
En el mundo de los “adultos”, tan repleto de seriedad, compromisos, proyectos y metas, queda poco espacio para la sorpresa. Esa capacidad de sorprenderse que está en los niños, y que poco a poco, va desapareciendo. La vida se pasa corriendo detrás de una meta y otra y otra….
Hay momentos donde algo conecta, brillan los ojos, enciende la mirada, abre la puerta hacia dentro, y desde ahí conecta hacia fuera. Hay una esencia, hay una conexión en ese momento, ser…
Las idas y venidas de la vida, de cada día, de cada hora, de cada instante, vuelven a desconectarnos. Perdemos de vista ese algo que despertó la mirada del asombro. Perdemos de vista ese niño curioso que llevamos dentro, la exploración, el entusiasmo, el disfrute.
Inmersos en la rueda de ser «adultos», de ser «importantes», de ser «completos», inmersos en la rueda de los pensamientos, en la rueda de la consecución de objetivos y metas, que es «lo que toca», porque «así debe ser», y no pasa nada…, es solo que nos olvidamos de simplemente ser, dejamos de tener curiosidad, todo lo damos por hecho, perdemos el contacto con el milagro de la vida.
La práctica de mindfulness aviva esa mirada, nos abre a la sorpresa que nace de cada momento, alimentando una sensibilidad, una mente abierta, un mirar como si fuera la primera vez. Esa capacidad natural que tienen los niños de atender al momento presente.
Es como si fuéramos en sentido inverso a lo que ocurre en la evolución de niños a adultos, que recuperamos la sorpresa, y desde ahí, el asombro…
Abriéndonos a sentir la vida que nos une a todo lo demás, momento a momento, la sorpresa puede revelarse en todo.
Atentos, conectados, concentrados y, al mismo tiempo, asombrados, como cuando éramos niños. Ahí, en esos momentos en que hay una mezcla de concentración con asombro, ahí es cuando tal vez más vivos podemos sentirnos…
“La atención me fue conduciendo al asombro.
En realidad, tanto más crecemos como personas
cuanto más nos dejemos asombrar por lo que sucede,
es decir, cuanto más niños somos.
La meditación –y eso me gusta- ayuda a recuperar la niñez perdida”…
Pablo d´Ors en «La Biografía del Silencio»
«El mundo de los niños es fresco y nuevo y precioso, lleno de asombro y emoción.
Es una lástima que para la mayoría de nosotros esa mirada clara,
que es un verdadero instinto para lo que es bello y que inspira admiración,
se debilite e incluso se pierda antes de hacernos adultos»…
Raquel Carson en «El sentido del asombro»
«En la noche brilla tu luz. De dónde, no lo sé.
Tan cerca parece y tan lejos.
Cómo te llamas, no lo sé.
Lo que quieras que seas:
¡luce, pequeña estrella!»…
-según vieja canción de Irlanda,
citado al comienzo de «Momo» de Michael Ende-
Referencias bibliográficas
Carson, R. (1956): “El sentido del asombro”. Encuentro, Madrid.
d´Ors, P: (2012). Biografía del silencio. Siruela, Madrid.
Ende, M. (1978, 1994). Momo. Alfaguara, Madrid.
Steindl-Rast, D. (2013). La gratitud. Mensajero, Bilbao.